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Eduardo Galán

 

Carta desde el corazón

 

Las separaciones suelen ser frutos del desencanto y del tedio, de la esperanza de un sueño de vida mejor y de la imposibilidad de aceptar la realidad. No sé qué razones reales conducen a los ciudadanos de Cataluña a soñar con un Estado independiente. No sé qué puede moverles a desear la independencia en tiempos de globalizaciones, de Erasmus, de viajes internacionales y de economías europeas compartidas. Sí entiendo lo que mueve a los políticos de todas las ideologías, de todas las lenguas y de todos los pueblos: el poder y el dinero. Tal vez, el sexo también. La erótica del poder no es una frase hecha, es una realidad. El poder resulta atractivo para los que no están en el poder. Disfrutar del poder es disfrutar de algo más que de los cargos públicos. Y no me refiero solo al dinero.

Contra los sentimientos es difícil luchar y dar razones o argumentos. Recuerdo una anécdota de un padre que no permitía a su hija de 18 años viajar al extranjero. La hija le pedía razones y el padre contestaba: “es como un cuadro, te gusta o no me gusta, y a mí lo que me dices no me gusta”. A veces no hace falta tener razones para desear algo o impedir algo. O tal vez, como se ha dicho en términos de amores, el corazón tiene razones que la razón no alcanza a comprender. Tal vez, en Cataluña estén los corazones en estado de ebullición, como en los enamoramientos. Tal vez, se hayan desbordado las emociones, el deseo de vivir una vida diferente, como cuando nos enamoramos… Pero el proceso del enamoramiento da lugar a la calma y a ver los defectos en el otro, la realidad… Llegará el día en que los sentimientos darán paso a las realidades.

Cuántas veces, en medio del deseo, nos negamos a hacer las locuras que el enamoramiento nos solicita. Cuántas veces aplicamos el sentido común para protegernos de los desmanes de nuestro corazón…

Estoy convencido de que en Cataluña, pragmática tierra en donde lo monetario pesaba más que el corazón, las razones acabarán guiando el comportamiento de una mayoría desbordada por sus corazones enamorados de la palabra “independencia”… ¿Independencia para qué? ¿Y a qué precio? ¿Y después? ¿Con la independencia se solucionan vuestros problemas? ¿Se solucionan los problemas que padecemos en común? ¿No habría formas de solucionarlos juntos para vivir todos mejor? Las separaciones matrimoniales suelen dejar heridas, cicatrices y víctimas, la mayoría de las veces los que más lo padecen son los hijos. Heridas económicas graves y heridas emocionales. ¿Qué pasaría si Cataluña alcanzara su independencia? ¿Durante cuántos años viviríamos todos, Cataluña y el resto de España, mucho peor, con muchos más agobios económicos? ¿Qué heridas emocionales tendremos que cicatrizar? ¿Durante cuántos años conviviríamos con esas heridas? ¿No hay, de verdad, soluciones de convivencia? Estoy convencido de que las hay.

Aunque en el enamoramiento no apreciemos más que los desbordamientos de nuestros corazones, hay otra realidad por debajo del deseo insatisfecho, otra realidad que podrá abrirse camino.

Cataluña, no me siento extranjero en tus ciudades, en tus playas, entre tu gente. Ni quiero sentirme extranjero ni quiero que te sientas excluida de mi corazón.

Si mi palabra pudiera rozarte la piel del alma, te diría con la mirada – sin lenguas diferentes – “no te vayas, sigue con nosotros”…

No quiero ni puedo escribir unas palabras políticas. Mejor juntos, acompañados, en esta larga travesía de una vida incierta y llena de inseguridades. No quiero ni puedo hablar de nuestros políticos, los de todos y los de allí… ¿Nos vamos a enfrentar por sus ambiciones y miserias? No me deis razones, buenos amigos catalanes con los que hemos compartido el alma y no solo proyectos, regaladnos la mano tendida. Con eso empezaremos un nuevo camino para todos.  

 

 

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