Cataluña: La Hora de España
Sin querer comparar con otros desbordamientos sentimentales en la historia reciente de Europa, el sentimiento desbordado de independientismo catalán desarrollado en los últimos cuatro años resulta sorprendente visto desde fuera de Cataluña. ¿Qué ha pasado para que un porcentaje tan elevado de la población, inferior todavía por escaso margen al 50%, se haya sentido atraído por una palabra mágica tan llena de romanticismo decadente como es “independencia”?
¿A qué se debe este aumento progresivo del desencanto, desafección o necesidad de romper las vinculaciones históricas con el resto de los pueblos de España, cuando, además, Cataluña es tierra receptora de inmigrantes andaluces, extremeños, manchegos y de otras tierras de España?
Me pregunto desde fuera si este proceso ha sido un movimiento natural de las gentes que viven en Cataluña o ha sido impulsado artificialmente desde los políticos catalanes, con el presupuesto de la Autonomía y el apoyo inconmensurable de la falta de acción política de Mariano Rajoy.
¿Por qué los pueblos se mueven de esta manera? ¿O son los políticos los que cambian según sienten el movimiento de los pueblos? Lo cierto es que somos muchos los que, desde fuera de Cataluña, por razones sentimentales –nos unen vínculos de amistad o familiares o profesionales a Cataluña-, ideológicas o económicas, deseamos que se favorezca la reconciliación de esa parte de catalanes independentistas con el resto de españoles. Lo deseamos de corazón y con el corazón.
Para ello hace falta que tanto las clases dirigentes políticas, sociales y económicas españolas como una mayoría del pueblo español creamos de una vez que debemos tender la mano a Cataluña para atraerla y seducirla, sin ofensas, sin rencores, sin amenazas, pero con claridad y sinceridad. Ha llegado, como dirían los hombres del 98, “la hora de España”. Ha llegado la hora de incardinar la vida, la política y la historia de Cataluña como motor de progreso de España y con ella de la propia Cataluña.
No podía ocurrir nada mejor que un partido político catalán (Ciudadanos) se haya incorporado a la política nacional de España y que su líder pueda simbolizar la unión de sentirse barcelonés, catalán y español al mismo tiempo, sin que ninguna de las tres condiciones sea más importante que las otras dos.
Sobran políticos envejecidos por su acción de gobierno –no por su edad cronológica- y viejas políticas inactivas. Y falta mucha pedagogía, volver a los orígenes, recordar la historia en común y proponer planes en común. Frente al juntos por el sí, deberíamos levantar la bandera de Juntos ganamos todos. Frente al enfrentamiento, el abrazo, frente al rechazo por la diferencia, la conciliación por lo común. Ha llegado la hora de repensar España con una Cataluña dividida. Necesitamos políticos que recuperen la ilusión de la confianza en el otro y en todos, que nos ilusionen con políticas comunes, que superen el enfrentamiento y sepan conquistar los corazones alejados con gestos, proyectos y realidades de aproximación.
¿Los encontraremos? ¿Podremos buscar vías de encuentro entre España y la Cataluña independentista los escritores, las personas del mundo de la cultura y del arte, los docentes de todos los niveles, los empresarios, los dirigentes económicos y todos y cada uno de los españoles? ¿Podremos repensar España y volver a caminar juntos desde la confianza mutua? Estoy convencido de que será posible y que algunos políticos catalanes y de Madrid deberán hacer las maletas y dejar en libertad a los ciudadanos.